EDITORIAL (largo pero... haga el esfuerzo)

Muchos interrogantes están rondando el caso del accidente de los niños del Agustiniano Norte . Parece que aquella frase “Dicen los hombres que nada se gana, cuando sabemos de nada” se hace realidad con los días. Un año, un mes y 11 días han pasado y aún no sabemos quien fue el culpable de tan atroz accidente. Estupor, indignación, promesas, impunidad, mentiras y demás han sido el común denominador de todos estos 406 días.

¿Ayudas? Pocas. ¿Culpables? Muchos. ¿Interesados? Demasiados. ¿Falta de compromiso de algunos? Un hecho claro. Y es que si vinculamos a los medios de comunicación en esta investigación, tendremos por hecho que han sido ellos garantes de informaciones netamente mediáticas y cero investigativas (con pocas excepciones) Sin embargo, la constante gira en torno a lo mismo: qué pasa cuando los medios teniendo tanto poder, no colaboran en lo más mínimo para esclarecer una situación de carácter tan importante para la ciudadanía con niños de por medio como victimas principales, si no que por el contrario minimizan los hechos, caen en errores sin precedentes y terminan confundiendo donde lo único que se espera es claridad, ayuda, rectificaciones, promesas y no sólo shows y rankings.

Algunos hablan del conductor inexperto, otros del azar, otros sin duda, del consorcio Alianza Suba e incluso del alcalde Luís Eduardo Garzón. No ha de faltar el que no habla, por que no sabe, o el más avezado, que concluye diciendo que fue un accidente que dejo grandes enseñanzas.

Pero para muchos que esperaban discordias de un lado y del otro estas no han faltado. Unos se lavan las manos e imputan los cargos que se les ha impuesto, otros piden pruebas (como si no fuera suficiente el accidente por si solo) otros, solo colaboran en la elaboración de investigaciones a medias, de notas periodísticas mal hechas, no confirmadas, mal intencionadas y con muy pocas fuentes.

Baldados de agua fría no han dejado de caer desde aquel fatídico 28 de abril de 2004. Parece que lo que vende es importante en su momento. Vende el accidente, venden las lágrimas, vende imágenes de personajes de la vida pública en el escenario, pero no vende el proceso jurídico, el cómo van las cosas, el quién es el mayor implicado. No hay seguimiento de la noticia. Los medios (y quienes hacemos parte o haremos de ellos) no estamos salvaguardando la memoria. Todo lo contrario: la inmediatez es nuestro marco de referencia.

Pero más allá de los errores el tema refleja algunos aspectos de fondo. Tenía que pasar esto, resultado de la sumatoria de errores para que los encargados de supervisar grandes obras como la del sistema Transmilenio se pusieran atentos y empezaran a trabajar con mayor acuciosidad. Promesas dichas, reflejadas y algunas cumplidas. Dolor, indignación y deseos de que casos como este no se vuelvan a repetir y que los medios usen todos lo recursos económicos con que cuentan, no para sumar en sus ingresos comerciales, sino para construir una sociedad que incluso en medio de la tragedia puede comunicarse con ética, valores y ante todo sentido de humanidad.